23.7.13

García Márquez para esquecer Cavaco e o resto



Gostava tanto, mas tanto, de estar agora a léguas desta terra, que me apetecia ser teletransportada para Aracataca-Macondo, onde estive há alguns meses, rever a casa onde nasceu Gabriel García Márquez, sentir os cheiros da pequena praça da igreja, percorrer as pequenas ruas modestas e mais ou menos caóticas.

Para me consolar, peguei na primeira edição esfarrapada de Cien años de soledad, que li em castelhano assim que saiu, em 1967. E deixo aqui um pequeno fragmento da descrição da morte de José Arcadio Buendía. Quem leu não esquece.

«Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo.
Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarías con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro.» 
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1 comments:

d a n i disse...

minha passagem preferida; certamente inesquecível.