Com uma revolta mal contida:
«A las cuatro y media del jueves, en una tarde soleada, los niños juegan en una plaza de Elvas (Portugal) tras salir del colegio. Sus madres, en grupo, las miran en silencio y parece una escena corriente. Pero no lo es del todo. Porque basta que llegue una furgoneta traqueteando por una calle al fondo para que el juego termine y los niños corran, ya sin risas, a hacer cola enfrente de la puerta del colegio de la que han salido hace poco, la Escola Basica da Alcáçova. Allí, los de la furgoneta comienzan a sacar cajas con comida preparada que una empleada del colegio ordena en el vestíbulo en unas bolsas de plástico que contienen sopa, un guiso de carne, pan y fruta. Los niños entran en el colegio y cada uno coge una de las bolsas después de firmar en una especie de formulario que reposa en una mesa camilla adyacente. Las madres miran en silencio desde afuera.»
«A las cuatro y media del jueves, en una tarde soleada, los niños juegan en una plaza de Elvas (Portugal) tras salir del colegio. Sus madres, en grupo, las miran en silencio y parece una escena corriente. Pero no lo es del todo. Porque basta que llegue una furgoneta traqueteando por una calle al fondo para que el juego termine y los niños corran, ya sin risas, a hacer cola enfrente de la puerta del colegio de la que han salido hace poco, la Escola Basica da Alcáçova. Allí, los de la furgoneta comienzan a sacar cajas con comida preparada que una empleada del colegio ordena en el vestíbulo en unas bolsas de plástico que contienen sopa, un guiso de carne, pan y fruta. Los niños entran en el colegio y cada uno coge una de las bolsas después de firmar en una especie de formulario que reposa en una mesa camilla adyacente. Las madres miran en silencio desde afuera.»
(Daqui)
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