Quando o governo cubano anunciou há alguns meses que ia dispensar um elevadíssimo número de trabalhadores, abrindo à iniciativa privada um certo número de actividades profissionais e assumindo que aqueles que eram até agora pagos pelo Estado aí encontrariam novos emprego, os que ainda defendem a versão caribenha do socialismo viram nas decisões de Raul Castro o mérito de decretar medidas anti-crise eficazes, que os países capitalistas não estão a saber encontrar.
Como se não fosse então previsível, e que então escrevi, que «muitos dos 500.000 cubanos, empreendedores à força, poderão passar de uma relativa pobreza a uma inevitável indigência, até porque se sabe perfeitamente que uma percentagem significativa é constituída por supranumerários, pagos sem produzirem nada de concreto».
Sucedem-se agora as histórias de quem recebe ordem de marcha... para casa, sem quaisquer perspectivas no horizonte, como esta que Yoani Sánchez relata no seu blogue.
«Era abogada en una empresa de Camagüey, hasta que el día de los Reyes magos le entregaron no un regalo sino el acta de su despido. Descorazonada, se llevó a casa el vaso plástico con el que tomaba agua en el trabajo y aquella planta de hojas pequeñas que adornaba su buró. En un primer momento, no supo cómo contarle al marido que ya no tenía empleo, ni siquiera llamó a sus padres para decirles que a su “niña” la habían dejado fuera con el nuevo reordenamiento laboral. Soportó y calló mientras comía en la noche y el noticiero nacional hablaba con optimismo sobre el nuevo camino para lograr la eficiencia. Sólo acostada y en la penumbra de la habitación, le explicó a él que no pusiera el reloj despertador, porque al otro día no tendría que levantarse temprano. Su nueva vida, sin trabajo, había comenzado. (…)
Sin embargo, lo que más angustia a esta mujer que ha caído en el paro no es el futuro de su empleador estatal, sino el rumbo que su vida personal tomará. Nunca ha hecho otra cosa que llenar actas, componer contratos, enmendar declaraciones. Sus diecisiete años de vida profesional los apostó a trabajar para ese patrón gubernamental que hoy la ha dejado en la calle. No sabe nada de peluquería, ni de las artes de una manicura como para abrir su propio salón de belleza; apenas si ha aprendido a manejar una computadora y no habla ningún otro idioma. Tampoco tiene un capital inicial para abrir una cafetería o invertir en la crianza de cerdos; lo único que se le da bien es analizar decretos de leyes, encontrar los intersticios en los artículos jurídicos. En el caso de ella, el despido es la despedida de su vida laboral, el regreso al fogón, la dependencia al hombre que todavía conserva su empleo; es el silencio perenne de aquel reloj que antes sonaba a las seis de la mañana.»
Se isto não é um despedimento, é o quê exactamente?
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