«Nos lo dicen todos los días incontables veces: no hay alternativa. La política real se impone a ensoñaciones y “populismos”. De Grecia a Alemania, de Siria a Hungría, de Catalunya a España, el camino está trazado sin escape posible. Alguno va más allá y admite ligeras disfunciones en la propuesta. (...)
Acaba de cumplirse el octavo aniversario del inicio oficial de la crisis: la caída del gigante Lehman Brothers a la que siguió el desmoronamiento de las torres del capitalismo como en un castillo de naipes. Histórica fecha a partir de la cual nos “refundaron” a los ciudadanos para que pagásemos los platos rotos de sus errores y abusos. Es la política real. (...)
En aras de la política real, Europa permite actuaciones cercanas al fascismo de Hungría con los refugiados. Han apaleado y gaseado a hombres, mujeres y niños y levantan un muro para detenerlos. Conserven la imagen por si un día tienen que aplaudir de nuevo su caída y lanzar fuegos artificiales. Si esta ideología se impone, igual, simplemente hay que vallar Europa entera por parcelas. Porque esta UE, este Parlamento, ha tenido el valor de callar ante el monstruo que crece en su seno cuando se permite condenar a gobiernos extranjeros como el de Venezuela. (...)
Grecia vota este domingo. Tras haber sido chantajeado y ajusticiado su gobierno. Al punto de endurecer las condiciones del rescate por haber convocado un referéndum. No hay alternativa. Aprendan soñadores y “populistas” quién y porqué manda; para quién. La política real “alerta” – como escriben a diario sus cómplices – : quien pretenda un cambio no llegará a la meta. Si es preciso le rompen las piernas. Profecía autocumplida. Y eso es lo que la política real avala: que le rompan las piernas.
Tsipras ya va en silla de ruedas. Mientras el neonazismo de Amanecer Dorado recibe un complejo revitalizante: crece, como era de esperar, lo que no incomoda al mando neoliberal de Bruselas, visto lo visto. (...)
Pero se les ha abierto una importante brecha. El laborismo británico ha decidido elegir para dirigirles a un ser tan insólito como un laborista auténtico, alarmando a los Cameron del mundo que temen por sus seguridades. Otro llanero solitario, en montura demócrata, Bernie Sanders, irrumpe en los Estados Unidos de América apelando al fin de la intolerable desigualdad. Varoufakis y algún otro colega griego aún se mantienen en pie y bien firmes. Alienta la izquierda en Francia o Italia y resurge el veterano socialdemócrata alemán Oskar Lafontaine. Y todos ellos firman Un Plan B para Europa. Tampoco han doblegado a las alternativas españolas al neoliberalismo feroz pese a los múltiples zancadillas y puntapiés. No son muchos, pero de hecho, la ola “radical” asusta a los del todo atado y bien atado.
Nada más irreal, arbitrario e injusto que lo que llaman política real. Desconfíen de sus colaboradores y sicarios: sí se puede. Y, si parece que no se puede, es por ellos; por sus denodados esfuerzos para que no se pueda.»
Rosa Maria Artal
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