… a que me referi aqui, há dois dias, e que não me canso de elogiar, de recordar, de desejar, um belo texto de Antonio Muñoz Molina, no Babelia deste Sábado.
« De un lado para otro, mirando la ciudad desde las ventanillas de taxis sucesivos, reconociendo lugares como palabras sueltas pero desorientado en una ciudad cuya sintaxis se me olvida por culpa de los viajes demasiado breves y demasiado separados entre sí: calles rectas con ferreterías, con tiendas pequeñas, con cafés, con letreros destartalados, con almacenes de tejidos, con portales de zapateros, con chaflanes enfáticos; plazas grandes con árboles de copas inmensas y estatuas de bronce, algunas de próceres con levita y otras de espadones a caballo; terrazas de edificios de alturas desiguales, perfiladas contra un azul muy limpio, muy suave, un azul que resalta el blanco descuidado de las fachadas; gente de trasluz en el sol de la mañana, gesticulando mientras habla; escaparates de puestos diminutos de cigarrillos y refrescos; un vendedor con una camiseta sucia de la selección de fútbol argentina acodado en el mostrador. Y de pronto las ilimitadas avenidas, 9 de Julio y al fondo el obelisco, la escala abrumadora de Buenos Aires, la desmesura del espacio, las mansiones descomunales, imitaciones ansiosas de París. El blanco y el azul desteñido de las banderas en las fachadas oficiales equivalen al blanco de las fachadas, al azul del cielo. (…)
"Estamos en el Once", dice mi acompañante. Es como estar en el Garment District o en el Lower East Side de Nueva York hace quince o veinte años, con la misma bulla de comercio sin lujo, con una textura de lugares muy usados, de almacenes hondos, de tráfico desordenado, furgonetas de carga y descarga estacionadas en doble fila, casas de comidas y cafés, letreros en caracteres hebreos. "La gente del interior del país viene a comprar aquí", me explica mi acompañante, "en los almacenes baratos al por mayor, para vender en sus tiendas de las provincias". (…)
En Buenos Aires, como en Nueva York, otra ciudad portuaria hecha por inmigrantes, preguntarle a alguien por su origen es disponerse a conocer toda una novela verdadera de viajes y destierros. (…)
El amor por una ciudad es tan inmediato, tan intuitivo, tan irrevocable, como el amor por una persona. Se huele en el aire, se percibe en la luz, en los primeros minutos de la primera llegada. El tiempo, los regresos, los periodos de ausencia, fortalecen su hondura.»
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1 comments:
De acordo. Com o Molina, desta vez. E que me lembre, sempre.
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