«Las reuniones del G-7 tienen, cada vez más, olor a naftalina, a viejos escudos nobiliarios erosionados por el tiempo, a reunión grupal en la que sus miembros buscan reafirmarse en sus creencias, como si de una secta se tratara. Hasta hace, quizás, unos quince años, el G-7 reunía a los países más ricos y poderosos de la Tierra. Era, o quería ser, una especie de gobierno mundial, cuyas decisiones marcaban la pauta del planeta. Ya no es así. Atendiendo los últimos datos del FMI, de abril de 2015, en términos de paridad de poder de compra –que es, en última instancia, el dato relevante- China es la primera economía mundial, India la tercera y Rusia la sexta. El PIB de Brasil supera al del Reino Unido y el de México es mayor que los de de Italia y Canadá. La única nota destacada del G-7 es su afán –estéril- de seguir creyendo que gobierna el mundo y su pretensión –más estéril aún- de pretender dominarlo con amenazas. (...)
La historia reciente está llena de ejemplos demostrativos de la inutilidad de los sistemas de sanciones, cuando no de terminar siendo contraproducentes. (...) Los sistema de sanciones, aunque castigan en lo inmediato al país, a mediano y largo plazo se convierten en una bendición, pues sirven de estímulo para maximizar su potencial científico-técnico y convertirlo en autónomo. A mayor autonomía, mayor capacidad de actuación independiente. EEUU tiene vetada la venta de tecnologías punta a China, pese a lo cual China ya es la segunda potencia del mundo en investigación, con casi todas las cartas de convertirse en la primera.
Por otra parte, el poder creciente e irresistible de las economías llamadas emergentes va convirtiendo las sanciones económicas atlantistas más en una incomodidad –una especie de china en el zapato- que en una amenaza real a la economía de países como Rusia. (...)
La magnitud de los fracasos acumulados por la versión político-militar del Dr. Jekill y Mr. Hyde, que son la UE/OTAN sería manifestación del envejecimiento y la artrosis de las clases dominantes, incluyendo las políticas. La generación de grandes estadistas que alumbró la II Guerra Mundial ha sido sustituida por una clase política caduca, reaccionaria y militarista, que está depositando en la OTAN sus delirios por mantener una supremacía global perdida hace más de una década. Dado que no pueden competir econonómicamente contra sus grandes rivales, China y Rusia, la opción escogida es la confrontación armada, cuyo escenario más inmediato es Ucrania.»
Augusto Zamora R.
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